Hoy llueven todas mis ganas de luchar.
Me dejé la piel y ahora escuece. Supongo que ahora debo darte las
gracias por esas pequeñas dosis de felicidad que me regalaste, por
esos pequeños besos que sabían a ansia de eternidad. Supongo que
las cosas no podían salir bien.
Prometiste quedarte conmigo, pero ahora
me veo sola, en esta habitación, pensando en qué hacer para poder
coser toda la tela descosida, unir por los bordes y arreglarnos.
Poder fumar cigarrillos sin escondernos, echando el humo justo antes
de probar tus labios, y quién me iba a decir que iba a ser la última
vez que pudiera tenerte cerca.
Que alguien me conceda un deseo, un
único deseo, y pediré que retiren todos los límites que me impiden
amarte sin medida, sin mentiras y sin escondrijos. Sin que se acelere
el corazón cada vez que oímos el motor de un coche, y que nos
tiemblen las manos si no estamos solas.
Quizá necesite de ti muchas veces,
pero también se quizá que no estarás, que encontrarás a alguien
que te de una felicidad continua, sin intermitentes, sin límites,
sin nada más que sonrisas.
Pero antes déjame demostrarte que
puedo quererte por encima del tiempo, de la distancia y de todos
aquellos besos que nunca te he dado. Déjame demostrarte que no es
mentira, que seguiré luchando hasta conseguir tu presencia.
No dudaré un segundo si decides seguir
en pie, si decides quererme otra vez, si decides no quemar todas mis
cartas.
Espérame, princesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario